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Soulresponding en la vida diaria

Soulresponding es el valor que uno tiene para dejarse llevar y no creer que lo sabe todo. La confianza de saber que realmente en este momento estoy conectado a cada lugar con el todo, que sabe que es lo que toca, mientras que yo sólo sé que es lo que siempre he hecho, o que es lo que se hace »normalmente« en estos momentos. La confianza de saber que puedo preguntar en cada momento y que todo lo que el Ser me muestre, a donde me lleve, sirve para hacerme completo. Y todo quiere decir todo − en todas las ocasiones.

Christhard Baller puede contar muchas historias vividas respecto al tema. Por ejemplo:
» en Kiel. Nuevamente me encontraba buscando un departamento. Sentí que había un parque donde me gustaría vivir. Y al preguntar, mi dedo me confrimó con un »si, eso es lo correcto para ti«. Pero: como consigo un piso pagable en esta zona exclusiva de viviendas en el centro de la ciudad? Pregunté nuevamente, »si, lo hay«. Mi dedo me dirige a un pequenio anuncio en el Diario. Puede ser eso? Está escrito el número de un agente inmobiliario. Nunca habia trabajado con uno. Pero la conducta queda perseverante.
Así que llamo:
»tiene Ud. Un departamento a arrendar en tal y cual-parque?«
»ahi no hay nada, pero podria ofercerle un departamento en otro...«
»pero, eh, yo oí, eh..., que Ud. tenía uno ahi mismo...«
»Ud se ha informado mal!«
»Está Ud seguro?«
»Ud, a ver, ya... no se pase...«
Y asi entre un va y viene. Hasta que de pronto sale que en casi en el limite de la zona (ninguna zona exclusiva) había por el momento departamentos económicos.
»eso no está en el parque!«
»Si no donde?«
»de la calle transversal!«
Mi dedo me decía perseverantemente »eso es!«. Sale también que entre el departamento y el parque solo hay una hilera de casas de distancia.
Arriendo un departamento super barato y durante todo el tiempo que vivo ahi y cerca de ahí también se encuentra mi trabajo, me lleva mi camino al consultorio a través del parque. Dos veces diarias puede respirar mi alma en mi lugar favorito.

La primera vez que observé a Chrithard al cocinar, me conveció el método de soulresponding más que cualquier otra cosa.
Así fue un Asado a lo Christhard:
Él se encuentra parado en la cocina con su headset en el oído y respira profundamente mientras conduce una sesión por teléfono. Eso es lo principal. Pero mientras tanto pregunta si es hora de prender el horno. Al pasar por ahi lo prende y empieza a picar cebollas. Coge el asado con la mano y su dedo gira − no, aun no al horno. Lo pone a un lado. Empieza a mirar a todas partes buscando algo. Se detiene una y otra vez porque la sesión tiene prioridad. Pasa con su dedo giratorio por el estante de verduras y escoge varias verduras, cuya combinación es muy peculiar (que al final, cual milagro, sabe muy bien). Entre que va cortando las verduras da a conocer a su cliente donde se encuentra la mentira en la historia de su vida. Ahora el asado? El dedo dice que sí. Cuántos condimentos? El dedo dice seis. Nuevamente la duda: el cliente se encuentra trabajando duramente al teléfono. Ahora pasa con el dedo por el estante de condimentos, éste gira a la izquiera y luego a la derecha, hasta que tiene los seis condimentos. Al sacar uno de ellos hace un movimiento de negación con la cabeza. Esto? El toma aire. El dedo dice »si«. Él enconge los hombros. Conduce a su cliente al final de la sesión mientras condimenta el asado y pone la verdura adornándolo durante el momento decisivo de la sesión. Pone el asado en el horno. La sesión al telefono ha terminado. Se quita respirando profundamente el headset del oido. »podrás poner tú las papas?« tengo que esperar una llamada...« − y en seguida suena el teléfono. Se va al invernadero. Yo pongo las papas a hervir. En un momento mientras seguía hablando por teléfono o quizá ya en otra conversación, viene a la cocina y se queda parado frente al horno, el dedo gira y el asiente con la cabeza. El asado está listo. Tierno y jugoso y deliciosamente condimentado. Le pregunto, por qué había negado con la cabeza en el momento de escoger los condimentos. Bueno, lo q pasa es que con extravagantes mandatos del dedo, se debe preguntar dos veces, y si responde lo mismo entonces es correcto. Y cómo es que sabías que el asado ya estaba listo? Te llevaste el alarma de la cocina? No! Mientras hablaba por teléfono preguntaba una y otra vez, que tan listo en porcentajes, se encuentra el asado, asi me ahorraba el ir y venir y estar abriendo el horno una y otra vez.
En serio: Ud no esta obligado a cocinar de esta manera, pero es divertido. Y a nosotros nos nos sabe ninguna ensalada igual a la de ayer...

Otra vivencia compratida:
Fue el viaje que más nos unió como equipo. Aquél tiempo vivíamos en una comunidad más grande y decidimos emprender algo para nosotros, así es como juntos visitamos un seminario en »Lago di Orta«. Para sentirnos más en vacaciones, viajamos con la casa remolque de Christhard. La tarde del segundo día bordeamos el lago Maggiore. »Aquí es un buen lugar para pasar la noche, tranquilo, con vista al lago« suspiramos mientras estábamos atrapados en el congestionamiento a lo largo del lago − impresionante vista − pero ni una plaza de estacionamiento. Moviendo el dedo Christhard asegura »Existe ese lugar« miradas escépticas. »Estén atentos, después de tres kilómetros tenemos que voltear a la derecha« todos atentos. »Aquí tenemos que voltear!« En efecto, ahí se veía una calle angosta que se alejaba del lago. Pasamos por una zona industrial, luego por un bosque de muchos quilómetros. Ya no se veía nada del lago, después de viajar mucho en los asientos traseros se escuchaban ya los primeros comentarios irónicos − las mujeres juntaban sus cabezas riéndose. Repentinamente Christhard frena el auto y dice: ·Aquí arriba!, y gira hacia una angosta calle, mucha más estrecha que el auto: en curvas muy angostas se tiene que manejar en picado hacia la montaña, a la izquierda y derecha casas y a veces se necesita dos intentos para poder pasar las esquinas. En el auto todos guardan silencio. »Se volvió completamente loco« pienso inconscientemente »Si no avanzamos y tenemos que retroceder...« Se ven casas un poco más lujosas, poco a poco también se puede ver el lago. Después de dos curvas mucho más angostas, llegamos a una plaza de estacionamiento que lleva un nombre bien ganado: un parque. Christhard vuelve a mover el dedo »Tiene que ser aquí« todos bajamos y tras nuestro se ve la última fila de casas. Al frente una plaza limpia con arboles muy antiguos, bien acomodados, en el medio una mesa de piedra con bancos también de piedra. Baños, lavaderos, una fuente con agua potable y aparte de nosotros nadie más, aparte del nuestro ningun auto más en el estacionamiento. Delante nuestro un acogedor lugar bajo los árboles con grandes piedras. Nos atrae el lugar, estamos como hechizados: Abajo el Lago Maggiore se extiende hasta el horizonte en el crepúsculo. Poco a poco podemos cerrar la boca de la impresión. »Si, guía!« sonríe Christhard »y ahora, hora de hacer un picnic!«

Por cierto, después del seminario, en el viaje de retorno, decidimos juntarnos de cuatro y juntos buscar un nuevo albergue para poder tener nuestra propia aventura, una búsqueda que nos llevó hasta Usedom. Pero esa es otra historia.

Para terminar una historia de Perú contada por Christhard:
»Un día un hombre en muletas entra al consultorio, se le había diagnosticado hernia discal y tenía que ser sometido a cirugía en Cuba, pues es ahí donde se encuentran los mejores especialistas para operar eso. El hombre había escuchado de mí y quería saber mi opinión. La cosa era complicada: Pues existían algunas personas muy influyentes para quienes yo era como una piedra en el zapato, y que solo esperaban que yo cometiera algún error. Me hubiera gustado mandarlo sin revisarlo, pero noto que estoy influenciado por el miedo, me pregunto y no, no lo dejo ir, ¿es realmente curable? »Sí«. ¿Cómo? »En cinco sesiones«, ¿pero cómo? Vuelvo a preguntarme. Llego al método a tratarle con una neural-terapia suiza (según Brügger) para lo cual tengo las jeringas necesarias. Nunca antes había, tan exactamente, preguntado al milímetro donde se tenía que poner las inyecciones, la profundidad de la inyección, la dosis precisa − cada vez me sentía más confiado con la guía y más seguro me sentía de mi mismo. A la segunda sesión vino el paciente solo con una muleta, a la última sesión sin muletas y sin dolor. Él se libero de su enfermedad, yo de mi miedo.«

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